MI ABUELO CAMBIÓ MI FORMA DE VER
LA VIDA
Era un domingo cualquiera, un domingo como todos los demás,
mis padres y yo nos dirigíamos en coche a ver a mi abuelo.
Mi abuelo vive en un pueblo cercano, y siempre que vamos
a verle nos cocina una paella riquísima. Cuando estaba un rato a solas con él
nos íbamos al parque cercano a su casa,
allí hacíamos pases con el balón y
me enseñaba a hacer muchas cosas.
Pero ese día normal y corriente se convirtió en un misterio.
Mi abuelo había salido de casa y nunca salía de casa cuando nosotros íbamos,
pero pensé que seguramente habíamos llegado más tarde de lo normal, se aburría
solo y salió un rato.
Pero ese pensamiento
se fue marchitando al ver que pasaban las horas y no volvía.
Mis padres con preocupación se fueron a buscarlo, me
dijeron que me quedara en la casa a colocar todo, pero yo no podía quedarme ahí
sabiendo lo que pasaba, por lo que me fui detrás de mis padres para saber dónde
estaba mi abuelo.
Después de una larga caminata, al final encontraron a mi
abuelo, que estaba en la plaza sentado bajo un árbol. Parecía no saber dónde
estaba ni cómo había llegado allí. Después de hablar un rato mis padres con él,
pusieron rumbo a la casa. Yo me adelanté para hacer lo que me habían mandado.
Tenía mucha ilusión de volver a verle, no podía contener
mi sonrisa. Cuando abrieron la puerta, salí corriendo a abrazarle. Pero algo raro estaba pasando, mi sonrisa llena
de ilusión y alegría, se fue desvaneciendo cuando me echó a un lado como si no
me reconociera.
Me fui a mi cuarto a comer y ver la televisión. No sabía
igual la comida, no era la misma de siempre. Una vez terminé de comer, le
sugerí a mi abuelo si íbamos a hacer unos pases con la pelota, pero me dijo que
no, que le dejara en paz.
Una vez oído esto, me fui yo sola durante unos minutos a
dar golpes al balón. Cuando ya me cansé de estar sola decidí volver a casa. Sin
hacer ruido entré, pensaba que mi padre estaría durmiendo la siesta, pero no. Oí
que estaban hablando mis padres sobre mi abuelo, decidí escuchar para ver si
podía ayudar o hacer algo.
Descubrí que estaban hablando sobre mi abuelo y entre las
palabras que escuché hubo una que me dejó helada, esa palabra era ”Alzhéimer”, yo no sabía muy bien qué
significaba esa extraña palabra por lo que decidí esperar a que terminaran la
conversación y podérselo preguntar a mis padres.
¡La espera me estaba matando! Por lo que decidí entrar en
la habitación, había un silencio profundo entre mis padres como si en su cabeza
tuvieran mil pensamientos que procesar, me fui hacia ellos y les pregunté por
esa desconocida palabra.
Ellos me miraron con ternura y preocupación, sabían lo
que la explicación de esa palabra iba a significar para mí. Descubrí que era
una enfermedad cruel, mi abuelo iría perdiendo su memoria
lentamente y nadie podría hacer nada para remediarlo. Y con el paso del tiempo,
mi abuelo terminaría por olvidar dónde había dejado las cosas, dónde estaba, y
lo más terrible, se olvidaría de quién era él y de quiénes éramos su familia.
Recordé que él siempre me enseñaba cosas de su infancia,
juegos, trucos con el balón, e incluso alguna travesura con sus amigos, etc. En ese momento decidí cambiar los papeles, a partir de ese momento yo
iba a ser quien le enseñara todas las cosas que él fuera olvidando. Me descargué
fotografías con sus nombres y siempre que íbamos le enseñaba unas cuantas fotos,
le volvía a contar sus travesuras y jugaba con él, a esos juegos perdidos de su
infancia.
Todas estas cosas y muchas más que mis padres también me cuentan
las seguiré haciendo, son buenas para él y para mí. Me siento ahora más cerca
de mi abuelo incluso que antes de la enfermedad.
Sé que esta enfermedad es imparable, pero saber que ayudo
a ralentizarla en mi abuelo me anima a seguir. Las veces que no me reconoce le
abrazo y le cuento una de esas historias que él me contaba y de pronto veo una luz en sus ojos
y sé que está recordándola. En ese momento mi abuelo es feliz y de verdad os
digo que yo también.
❤FIN❤